miércoles, 27 de enero de 2010

Vicente Ferrer en el CEIP San Isidoro





El curso pasado a la hora de planificar las actividades que a nivel centro podíamos trabajar con motivo del Día Escolar de la Paz, se nos ocurrió que seria una buena idea el que cada año dedicásemos un tiempo a conocer a personas o entidades que han trabajado y trabajan por la paz. De esta idea organizamos una serie de actividades que este año hemos vuelto a realizar, dándoles una nueva forma, si el curso pasado descubrimos la figura de MAHATMA GANDI a través de un mural con su biografía decorado con mandalas con mensajes de paz. Este curso hemos querido rendir un homenaje a VICENTE FERRER, cooperante español que desarrollo su labor de construir un mundo mejor en una de las zonas mas pobres de la India.

Conocía muy poco la figura de este Hombre Bueno y de la labor que desarrolla la Fundación Vicente Ferrer. He aprendido mucho a la hora de preparar los materiales para los niños y he descubierto una humanidad infinita y un espíritu de entrega a los demás que desborda, ahora entiendo a aquellas personas que colaboran con la Fundación y el esfuerzo e ilusión que ponen en los proyectos que desarrollan.

Con esta actitud de solidaridad, hemos diseñado las actividades para que los alumnos conozcan a este luchador por la humanidad y por el derecho de los hombres a una vida digna, que es sin duda una lucha por la paz y la concordia, actitud que desde la escuela trabajamos, puesto que son los niños los ciudadanos del futuro los que deben desde pequeños aprender a vivir en paz y que esa paz que buscamos no es solo la ausencia de guerra si no que engloba mucho más.

Os invito a pasar por el blog del colegio los próximos días y ver las actividades que hemos realizado.

jueves, 7 de enero de 2010

Un regalo de Reyes.

Entre las cosas que los Magos de Oriente han dejado a los píes del nacimiento que hay en mi casa, han dejado unos versos para compartir.
Han dejado un poema de José Hierro, con la condición de compartirlo con todos, así que compartamos este presente y dejemos que los versos inunden nuestro alma.








Remordimiento
de José Hierro




I

Inútilmente fui
recorriendo senderos
entre mármoles.

Luz
de prodigiosa hondura.
(Toda la noche había
llovido. Al clarear
cesó la lluvia. Nubes
navegaban el cielo;
nubes blancas.)

Inútil
fue recorrer senderos,
buscar tu nombre. Inútil:
no lo hallé.
Y recé una oración
por ti -¿por ti o por mí?
Después te olvidé. Sean
los muertos los que entierran a sus muertos

II

Estaba
tan olvidado todo!
Pero esta noche...

¿Por qué será imposible
verte de nuevo, hablarte,
escucharte, tocarte,
ir -con los mismos cuerpos
y almas que tuvimos,
pero con más amor-
uno al lado del otro...
(Ilusión descuajada
del espacio y del tiempo
lo sé para mi daño.)

Yo te hablaría lo mismo que hablaría,
si yo fuese su dueño
mi verso: con palabras
de cada día, pero
bajo las que sonara
la corriente fluvial
de la ternura.
Como se hablan los hombres,
conteniendo las ganas
de llorar, de decirse
'te quiero'. Sin llorar
ni decirse 'te quiero',
que es cosa de mujeres.

Qué quedaría entonces
de ti, después de tantos
años bajo la tierra.
Dónde hallarte - pensé
aquel día. No estamos
jamás donde morimos
definitivamente,
sino donde morimos
día a día.

III

Pero esta noche...

Te abrazaría, créeme,
te besaría,
te daría calor,
te adoraría. Haría
algo que es más difícil:
tratar de comprenderte.

Y te comprendería
te comprendo ya, créelo.
Nos va enseñando tanto
la vida... Nos enseña
por qué un hombre ve rota
su voluntad, y sueña,
y vive solitario;
por qué va a la deriva
en el témpano errante
arrancado a la costa,
y se deja morir
mientras mira impasible
cómo se hunden los suyos,
la carne de su carne,
su hermoso mundo...

IV

Son líneas sin sentido
éstas que trazo.
Yo mismo no comprendo
qué es lo que dejo en ellas.
Acaso sea música
de mi alma, arrancada
de modo misterioso
por tu mano de muerto.

Tu mano viva.
Yo pensé en ella, pero
era una mano muerta,
una mano enterrada
la que yo perseguía.

Inútilmente fui
buscando aquella mano.
Se estaba convirtiendo
en festín de las flores.
En vaho tibio para
empeñar las estrellas.
En luz malva y errante
que da su son al alba.
Estaría mezclándose
con la tierra materna.
Se hacía mano viva:
lo que es ahora.

V

Te abrazaría, créeme.
Te daría calor.
Te comprendo ya. Entonces
no era tiempo. Fue un día
de septiembre, en Ciriego,
-un cementerio que oye
la mar- el año mil
novecientos cincuenta.

Cuando vivías, eras
un extraño. Aquel día
entre mármoles, fui
buscándote, tratando
de comprenderte. Sólo
esta noche, de modo
inesperado, al fin
he comprendido.

Tarde,
para mi daño.