De nuevo al trabajo y a encaminar nuevos retos, este año me atrevo a dar Educación para la Ciudadanía. Asignatura con mala fama, por ser, según algún sector social “adoctrinamiento” a los niños. Nada más lejos de la realidad, puesto que si algún cabreacalles sabe donde leer y sabe leer, sabrá que la legislación en materia educativa vigente en la CARM habla de que no es así y que textualmente dice la norma:” Los profesores encargados de impartirla tendrán que evitar, por un lado, el relativismo del todo vale, que mina finalmente la convivencia democrática destruyendo los valores que la sostienen; y, por otro, la tentación del adoctrinamiento en aquellas ideas que, por muy legítimas que puedan ser, dependen de la educación de los padres y de las opciones futuras del propio niño.” Y como uno es muy cumplidor se reserva su opinión (que para eso es reservada) ante los niños y niñas y más ante los padres y madres y les deja esa misión. El crear en su prole conciencia cívica, democrática y tolerante, que en la escuela estamos para enseñar y no para educar en principios ideológicos( a Dios gracias).
De ahí que me pare a hacer una pequeña reflexión, un tanto personal y otra profesional. Si como maestro tengo el deber de enseñar los principios que rigen la vida de una sociedad demócrata que tiene como garante la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los principios de igualdad y convivencia como base que sustenta el derecho de todos a vivir el libertad, ¿de que sirve mi trabajo y mis horas de preparación, si no hay una coherencia con lo que las familias piensan y transmiten y lo que yo enseño?. Cuando yo estoy delante de mis alumnos no veo razas, no veo clases sociales, solo veo niños y niñas. Sólo veo niños y niñas que necesitan de la educación para ser personas, para construirse, inventarse y expresarse. En mi idea de educación, de enseñanza, de escuela, no hay cabida para la discriminación, no hay lugar para exclusión sea la que sea. Sólo hay cabida a las ganas de aprender, de descubrir que un mundo mejor es posible a través del trabajo cooperativo, del dialogo y del respeto a las diferencias del otro, las cuales nos enriquecen y nos hacen más seres humanos. Esto lo digo desde la convicción personal, desde la coherencia que uno intenta mantener entre pensamiento y hechos, desde la óptica de una persona que quiere vivir en un mundo donde todos seamos libres, donde todos los habitantes de este planeta sean capaces de convivir, aceptando la realidad del otro y solucionando los problemas a través del dialogo razonable.